JESÚS: “QUIERO QUE MI ROSTRO SEA HONRADO DE UN MODO PARTICULAR EL MARTES.” BEATA SOR MARÍA PIERINA DE MICHELI A QUIEN LE FUE REVELADA LA MEDALLA DE LA SANTA FAZ







Martes Día de la santa faz 
De Nuestro Señor Jesucristo


Nuestra Señora: Todos aquellos que lleven un escapulario como éste y hagan, si es posible, una visita cada martes al Santísismo Sacramento, para reparar los ultrajes que recibió el Divino Rostro de Jesús durante su Pasión y que recibe cada día en la Eucaristía, serán fortificados en la fe, prontos a defenderla y a superar todas las dificultades internas y externas. Además, tendrán una muerte serena bajo la mirada amable de mi Divino Hijo






JESÚS. Quiero que mi rostro sea honrado con una fiesta particular el martes de Quincuagésima(Martes anterior al Miércoles de Cenizas), fiesta precedida de una novena en que todos los fieles reparen conmigo, uniéndose a la participación de mi dolor.”



Quincuagésima = 50 días, Es el domingo anterior al miércoles de ceniza, que marca el inicio del período de Cuaresma. 

Su nombre proviene de que se celebra cincuenta días antes de la Pascua de Resurrección. 

También se denomina domingo de quincuagésima o domingo antes de Cuaresma.













Beata Sor María Pierina de Micheli.


El 11 de septiembre de 1890 nació en Milán (Italia) Josefina De Micheli.

 A los 24 años entró en la Compañía de las hijas de la Inmaculada Concepción de Buenos Aires que se había terminado de fundar en Milán. Su Nombre de Pila era Giuseppina (Josefina), adquirió el nombre de Hermana Pierina.

Sor María Pierina di Micheli fue una monja santa que murió en 1945.  Fue privilegiada con muchas visiones de la Virgen María y del propio Señor Jesús para expandir la devoción al Sagrado Rostro de Jesús, en reparación de los muchos insultos que Jesús sufrió en Su Pasión y sufre todavía en los días de hoy.

Pierina a la izquierda, al centro su hermana y a la derecha  una prima.

A la edad de 12 años, un Viernes Santo, esperando el turno para besar el crucifijo oyó una voz interior que le dijo:

“¿Nadie me da un beso de amor en el Rostro para reparar el beso de Judas?”.












En su simplicidad de niña, creyó que todos habían oído esa voz y experimentó gran pena al ver que continuaban besando las llagas y no el Rostro de Jesús. Dentro de su corazón exclamó: Te doy yo el beso de amor. ¡Oh, Jesús, ten paciencia!

Y llegado su turno, le imprimió con todo el ardor de su corazón, un beso en el Rostro.






Ya siendo novicia, durante la adoración nocturna, en la noche del Jueves al Viernes Santo de 1915, mientras ora delante del crucifijo, oye que le dice:

“Bésame”.

Sor María Pierina obedece, y sus labios, en lugar de posarse sobre un rostro de yeso, sienten el contacto del verdadero Rostro de Jesús.

Cuando la Superiora la llama, ya es de día: tiene el corazón lleno de los padecimientos de Jesús y siente el deseo de reparar los ultrajes que recibió en el Rostro y que recibe cada día en el Sacramento del altar.


Sucede otra aparición cinco anos después: En 1920, el 12 de abril me encontraba en Bs.As. en la Casa Madre. Tenía una gran amargura en el corazón. Fuí a la Iglesia y prorrumpí en llanto lamentándome con Jesús.


Se me presentó con el Rostro ensangrentado y con una expresión de dolor tal que conmovería a cualquiera. Con una ternura que jamás olvidaré me dijo: “Y Yo, qué he hecho?”









Comprendí… y a partir de ese día el Divino Rostro se convirtió en mi libro de meditación, la puerta de entrada a su Corazón… De tanto en tanto, en los años siguientes –continúa la carta- se me aparecía ya triste, ya ensangrentado, comunicándome sus penas y pidiéndome reparación y sufrimientos, llamándome a inmolarme ocultamente por la salvación de las almas.
Entre 1920 y 1940, el pedido de Nuestro Señor se sucede en reiteradas apariciones:

“Quiero que mi Rostro, que refleja las penas más íntimas, el dolor y el amor de mi Corazón, sea más honrado. Quien me contempla, me consuela”.



La Madre Pierina, que es siempre la fiel confidente, se hace portavoz de este ruego y, poco a poco, la devoción al Divino Rostro se va consolidando de un modo concreto gracias a la intervención milagrosa de la Sma. Virgen, que ordena: un escapulario  o  una medalla, y una fiesta después del martes de quincuagésima para honrar la Santa Faz.








El Martes de Pasión de 1936, Jesús le vuelve a decir:
“Cada vez que se contemple mi Rostro, derramaré mi amor en los corazones y por medio de mi Divino Rostro, se obtendrá la salvación de tantas almas.”

 


En 1937, mientras oraba y “después de haberme instruido en la devoción de su Divino Rostro”, le dijo:
“Podría ser que algunas almas teman que la devoción a mi Divino Rostro, disminuya aquella de mi Corazón. Diles que al contrario, será completada y aumentada. Contemplando mi Rostro las almas participarán de mis penas y sentirán el deseo de amar y reparar. ¿No es ésta, tal vez, la verdadera devoción a mi corazón?”



En mayo de 1938, mientras reza, se presenta sobre la tarima del altar, en un haz de luz, una bella Señora: tenía en sus manos un escapulario, formado por dos franelas blancas unidas por un cordón. Una franela llevaba la imagen del Divino Rostro de Jesús y escrito alrededor:

 “Illumina, Domine, vultum Tuum super nos” (Salmo 66:
“Señor,
Que la luz de Tu Rostro brille sobre nosotros”.

 En el reverso, una hostia brillante con las palabras: “Mane nobiscum, Domine”.

“Quédate con nosotros, Señor”.




Lentamente se acerca y le dice:

“Escucha bien y refiere al Padre Confesor. Este escapulario es un arma de defensa, un escudo de fortaleza, una prueba de misericordia que Jesús quiere dar al mundo en estos tiempos de sensualidad y de odio contra Dios y la Iglesia.

 Los verdaderos apóstoles son pocos.

Es necesario un remedio divino y este remedio es el Divino Rostro de Jesús.

Todos aquellos que lleven un escapulario como éste y hagan, si es posible, una visita cada martes al Santísismo Sacramento, para reparar los ultrajes que recibió el Divino Rostro de Jesús durante su Pasión y que recibe cada día en la Eucaristía, serán fortificados en la fe, prontos a defenderla y a superar todas las dificultades internas y externas. Además, tendrán una muerte serena bajo la mirada amable de mi Divino Hijo.”


En el mismo año, Jesús vuelve a presentase todavía chorreando sangre y con tristeza:

“¿Ves cómo sufro? Y sin embargo, de poquísimos soy comprendido. ¡Cuántas ingratitudes de parte de aquellos que dicen amarme!
 He dado mi corazón como objeto sensibilísimo de mi gran amor por los hombres y doy mi Rostro como objeto sensible de mi dolor por los pecados de los hombres: quiero que sea honrado con una fiesta particular el martes de Quincuagésima, fiesta precedida de una novena en que todos los fieles reparen conmigo, uniéndose a la participación de mi dolor.”



En 1939, Jesús de nuevo le dice: “Quiero que mi Rostro sea honrado de un modo particular el martes.”

Mientras tanto continúa la entrega o la inmolación oculta de la Madre Pierina. Como lo describe en su diario el día 5 de septiembre de 1942: Anoche en la Capilla le dije a Jesús: Jesús quiero ser tu gloria y tu alegría. Y Jesús me respondió.

“Ven. Te necesito. Hoy he buscado el gozo en tantos corazones y me fue negado”.

Dime Jesús: ¿Qué debo hacer para suplir los rechazos que tuviste? Jesús, envuelto en ternura, me respondió.

“¿Quieres gozar las dulzuras de la unión conmigo o sentir la pena de mi corazón por los pecados de los hombres?”.






Lo que Tú quieras, Jesús. Y mi alma instantáneamente participó del dolor de su corazón, dolor imposible de traducir en palabras. Jamás, como en ese instante, comprendí qué cosa era el pecado… Oh, Jesús! Que no te ofenda yo jamás… repara por mí, por los otros, como quieras… Tómamelo todo!





Cuando volví en mí, se había cumplido el tiempo y me dispuse a retirarme. Entonces Jesús me dijo:

“¡Quédate un poco más conmigo! ¡Ya me dejas solo…!”.




Al responderle yo que había pasado el tiempo que me indicara mi director espiritual, su Rostro se iluminó.

“He aquí mi gloria!”–me dijo- “¡La obediencia!”

Maria Pierina después de grandes dificultades logra hacer acuñar una medalla en lugar del escapulario bajo el papado de Pío XII.





Hasta la cantidad de dinero para mandar hacer las medallas fue un milagro.










María Pierina encontró en su mesa un sobre con una cantidad exacta de 11.200 libras, dinero necesario para cuñar las primeras medallas.






El demonio se mostró disgustado y rabioso al ver las medallas listas.




Este infernal enemigo echó las medallas y las quemó, hasta golpeó bastante a  la Hermana Pierina.
 Pero el esfuerzo del demonio fue todo en  vano, pues las medallas siguieron su destino: ¡Los pecadores necesitados del Sagrado Rostro de Jesús!.
 

 El 7 de abril de 1943, la Virgen se le presenta y le dice:







“Hija mía, tranquilízate porque el escapulario queda suplido por la medalla con las mismas promesas y favores: falta solo difundirla más.

Ahora anhelo la fiesta del Santo Rostro de Mi Divino Hijo: díselo al Papa pues tanto me apremia.” La bendijo y se fue.


BIOGRAFÍA DE MARÍA PIERINA


La Madre María Pierina, llamada por sus padres Josefina Francisca María, nace en Milán el 11 de septiembre de 1890.
Como tantas veces sucede en las familias católicas, (el caso más similar es el de Sta. Teresita del Niño Jesús de la Santa Faz) también en la suya la vocación religiosa fue compartida por varios hermanos.


 



En primer lugar, el hermano mayor, Ricardo, se consagra sacerdote cuando ella tiene 9 años. Al año siguiente, su hermana Angelina, ingresa en el convento de las Sacramentinas.
Luego lo hará su hermana María, como religiosa ursulina. Precisamente en esta última ceremonia de toma de hábito es cuando ella siente el llamado al estado religioso. Tenía entonces 19 años.



 La Madre Pierina, postulante en las Hijas de la Inmaculada Concepción de Buenos Aires, Argentina, está detrás de monseñor Mariano Antonio Espinosa, arzobispo de Buenos Aires 


El paso se concreta el 15 de octubre de 1913, fiesta de Sta. Teresa de Jesús. Con 23 años ingresa a la Congregación de las Hijas de la Inmaculada Concepción de Buenos Aires, que era una pequeña comunidad recientemente fundada por la Madre Eufrasia Iaconis.



Madre Eufrasia Iaconis y Pierina.



Desde el día de su ingreso a la comunidad, guarda una amistad profunda y verdadero sentimiento filial hacia la Madre Estanislada, que será su maestra, superiora y siempre confidente. Así lo muestran las doce cartas que se han conservado, fruto de una singular comunión.
Definitivamente en Italia, es elegida Superiora de la Casa de Milán en 1928, Superiora de la Casa de Roma en 1939 y, diez años después, Superiora Regional.









En el desempeño de sus tareas demuestra que es una mujer sumamente capaz, de una personalidad avasallante, con una actividad afiebrada, que sabe conjugar siempre con una intensa vida interior.



Habitación de Pierina









Finalmente, después de innumerables fatigas nunca evitadas, llega el “no puedo más”. Cuando la Segunda Guerra Mundial apenas había terminado y Roma estaba ocupada por las tropas de los aliados, el 26 de julio de 1945 en Centonara D’Artó, a los 55 años, bendiciendo a sus Hermanas y con los ojos fijos en el Divino Rostro, muere esta Hija de la Inmaculada, que según tantos testimonios fue una persona serena, dulce, afable, dueña de sí misma en todo su comportamiento, siempre sensible para percibir los problemas ajenos, y también confiada para buscar su solución.




“Mi corazón de ti me habla diciendo: Procura ver su faz. Es tu rostro Señor, lo que yo busco, no me escondas tu cara” (Salmo 27:8-9).Esta invocación está unida de forma maravillosa en la vida de la Beata María Pierina de Micheli.






La madre Pierina (a la derecha) con la madre General Filomena Bragonzi, delante del Instituto Espíritu Santo en construcción.






















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