Sagrada Pasión De Nuestro Señor Jesucristo Por Las Benditas Ánimas
Del Purgatorio
(Distribuido
en los siete días de la semana.)
Domingo
Ofrece los gravísimos afanes, tormentos, angustias y dolores que padeció el Señor en el huerto, diciendo:
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, uno
por uno, todos los tormentos de vuestra Pasión santísima, la muerte penosísima
de cruz y la preciosa Sangre que derramasteis por la salvación eterna de
nuestras almas.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellos grandes pasmos y terrores que asaltaron vuestro angustiado Corazón en
el huerto. Porque representándose al vivo de la imaginación todos los martirios
que el día siguiente habíais de padecer, Vos sufristeis en el cuerpo y en
el alma un mortal dolor.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella tan fiera tristeza que os ocasionó el horror de la muerte que os
amenazaba, faltándoos muy poco para expirar de dolor, como lo expresasteis a
vuestros amados discípulos con aquellas palabras: "Triste está mi
alma hasta la muerte"; esto es, afligida con tristeza mortal.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel acto humilde y devoto con que en las más graves angustias, queriendo orar
a vuestro Eterno Padre, os pusisteis de rodillas, postrado sobre la tierra, por
reverencia del Padre y por las mortales ansias y congojas que oprimían a
vuestro purísimo Corazón.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella oración resignada con que pedisteis a vuestro Padre que si era posible
os dispensase el amargo cáliz de vuestra muerte, y conformando vuestra humana
voluntad con la divina, dijisteis: "Cúmplase vuestra voluntad, y
no la mía."
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella ardiente caridad con que visitasteis a vuestros amados discípulos,
estando anegado en un mar de angustias, exhortándolos a la vigilancia y la
oración para que de la tentación no fuesen vencidos.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella confortación misteriosa que os hizo el ángel, hallándose vuestra alma
santísima llena de tantas congojas y dolores, que bastaban a quitaros la vida.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel gran conflicto que os puso en mortales agonías, explicando vuestra grande
aflicción con aquellas palabras: "El espíritu está pronto; pero la
carne lo resiste."
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella firme perseverancia en la oración, estando en el colmo de vuestras
aflicciones, agonizando en mortales angustias por el remedio y salvación eterna
de los pecadores.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella sagrada y preciosa Sangre que a fuerza de intenso dolor sudasteis en
tanta abundancia, que corrió hasta la tierra.
Lunes
Ofrece las penas y tormentos
que el Señor padeció desde que fue preso hasta que lo presentaron
al pontífice Anás, diciendo:
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella prontitud de ánimo que mostrasteis para morir cuando, levantándoos de
la oración, bañado del sudor de sangre, salisteis a encontrar a vuestros
enemigos, diciendo que Vos erais aquél a quien ellos buscaban.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, el
gran dolor que sentisteis por la gravísima culpa de la traición de Judas,
vendiéndoos a los judíos por treinta dineros, y con el fingido ósculo de paz
entregándoos en manos de vuestros enemigos, dolor tan agudo y sensible, que es
uno de los mayores que atravesaron vuestro piadosísimo Corazón.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellos actos de heroica piedad con que disteis lugar a vuestros crueles
enemigos para que se levantasen de la tierra, y curasteis la oreja que vuestro
fervoroso discípulo había cortado con celo de vuestra defensa al indigno siervo
del pontífice que os venía a prender.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella gravísima tribulación que padecisteis cuando fuisteis embestido en el
huerto de tanto número de soldados, y os prendieron y ataron con inhumana
crueldad, que es imposible comprenderla con humano discurso.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella admirable paciencia con que sufristeis tantos golpes, oprobios y
baldones, hasta arrancaros los cabellos de vuestra sacrosanta cabeza, estando
Vos como cordero humildísimo, sin responder palabra alguna.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellos actos internos que en medio de las opresiones hacíais de amor de Dios,
de tolerancia y resignación, ofreciendo siempre al Eterno Padre todos aquellos
malos tratamientos que os hacían, en satisfacción de nuestros pecados.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel dolor vivísimo que os atravesó el Corazón cuando en medio de tales
tribulaciones os hallasteis solo y abandonado de vuestros más caros amigos, los
cuales, cuando os vieron preso y atado, huyeron todos.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellas aflicciones y dolores que sufristeis desde el huerto hasta la casa de
Anás, por tantos golpes que os daban y las blasfemias que os decían los
verdugos, haciéndoos caminar con tanta prisa y desprecio por fuera y dentro de
la ciudad.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel acto de humildad y mansedumbre cuando delante del pontífice Anás
estuvisteis con las manos atadas, en forma de reo, oyendo los cargos que os
hacían y las falsas acusaciones que daban contra Vos, como si fuerais el hombre
más facineroso y malo del mundo.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella cruelísima bofetada que os dio aquel hombre vilísimo con tan infernal
furia, que os desfiguró la mejilla, y la indecible paciencia y mansedumbre con
que hablasteis a aquel indigno pontífice.
Martes
Ofrece los tormentos que el Señor padeció en la noche de su Pasión en la
casa de Caifás, diciendo:
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel grande ultraje con que fuisteis llevado y puesto en la presencia del
pontífice Caifás, quien os recibió con una infernal indignación, hecho blanco
de sus iras y de los ministros y soldados que estaban con él.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, las
acusaciones inicuas y falsos testimonios que os levantaron aquellos hombres
vilísimos, no habiéndose testificado cosa alguna contra vuestra inocencia.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel admirable silencio vuestro, no respondiendo ni una palabra para
defenderos de tantas falsedades, injurias y calumnias como os imponían,
dejándonos ese ejemplo, admirable para seguiros en nuestras adversidades.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel torpe y escandaloso conjuro que os hizo el soberbio Caifás para que
respondieseis si erais Hijo de Dios, a quien con
profundísima humildad, por reverencia del Padre, respondisteis que sí, y
que con grande majestad vendríais a juzgar el mundo.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella injuriosa afrenta que os hicieron aquellos ministros infernales después
de haber oído vuestra respuesta, y debiendo postrarse y adoraros como verdadero
Dios, os publicaron por blasfemo y hombre merecedor de una afrentosa muerte.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel rabioso furor con que los pérfidos judíos os embistieron después que
confesasteis ser Hijo de Dios vivo, hiriendo con crueles bofetadas vuestro
divino rostro, y maltratando vuestro cuerpo santísimo con fieros golpes,
llevando con tanta mansedumbre estas ofensas horribles, que no se os oyó la
menor queja.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel oprobio vilísimo de escupiros en vuestro soberano rostro con tantas y tan
hediondas salivas, que no se hallan palabras para explicar tan grande
desprecio.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella injuriosa burla y mofa con que os trataron los pérfidos judíos cuando
os vendaron los ojos con un paño muy sucio, y dándoos muchos golpes,
decían: "Profetiza y adivina quién te ha herido, pues os preciabais
de ser Profeta."
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, las
tres negaciones ingratas de vuestro apóstol San Pedro y la grande compasión que
de él tuvisteis cuando volvió en sí, se dolió, y comenzó a llorar
amargamente su pecado.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
todas aquellas penas y ultrajes que padecisteis en toda aquella tristísima y
funesta noche, habiendo quedado al arbitrio de vuestros enemigos y de gente
vilísima para ser atormentado a su voluntad, no cesando de afligiros con todos
aquellos géneros de tormentos, afrentas y desprecios que quisieron con su
diabólica crueldad.
Miércoles
Ofrece los tormentos y desprecios que el Señor padeció en casa de Pilatos
y Herodes, hasta el grande tormento de los cruelísimos azotes, y dirás con
devoción lo siguiente:
YO os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellas tres falsas acusaciones que los judíos dieron contra Vos a Pilatos,
esto es, que engañabais a los pueblos, que mandabais no se pagase tributo al
César y que os hacíais rey de los judíos.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella
grande humildad con que os dejasteis llevar atado por las calles públicas de
Jerusalén, y presentaros como a malhechor al rey Herodes, quien hizo burla y
escarnio de vuestra inocencia y grandeza divina.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel vilísimo desprecio con que os trató aquel soberbio rey cuando mandó
poneros la vestidura blanca, como a un loco, y presentaros así delante de los
príncipes, escribas y fariseos y de un concurso muy grande.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellos gravísimos escarnios que sufristeis de todo el pueblo cuando por las
calles de Jerusalén os llevaban con la vestidura blanca y os llenaban de
injurias y baldones.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellas horribles voces de los impíos judíos cuando decían: "Muera,
muéra; crucifícale, crucifícale," y daban por libre a Barrabás,
hiriendo con tal cruel sentencia vuestro purísimo Corazón y el de vuestra
Santísima Madre.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellos pasos que disteis a la columna donde habíais de ser azotado, y aquella
grandeza de amor y de humildad con que os ofrecisteis a tan cruelísimo castigo.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel gran rubor y vergüenza que tuvisteis cuando os desnudaron para el
tormento, y asimismo aquellos vivísimos dolores que os causaron las ligaduras
de los brazos y las manos, que fueron de fuerte mortificación.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, uno
por uno, todos aquellos fuertes azotes que dieron a vuestro sacratísimo cuerpo
aquellos verdugos infernales, rompiendo vuestras carnes santísimas y derramando
con grande copia vuestra preciosa sangre.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel imponderable dolor que tuvo vuestra Madre santísima por este tormento,
pues cuantos golpes dieron en vuestro delicadísimo cuerpo, tantos puñales
atravesaron sus purísimas entrañas.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellos horribles dolores que os causaron por todo vuestro cuerpo santísimo, y
las llagas que os hicieron con más de cinco mil azotes, y aquel desmayo tan
grande que al último tuvisteis, por el intenso dolor y falta de sangre, cayendo
en tierra como difunto.
Jueves
Ofrece el acerbísimo tormento de la corona de espinas como se sigue:
YO os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellos pasos dolorosos que disteis cuando os llevaban al puesto y lugar de la
coronación de espinas, todo lleno de heridas y llagas que destilaban vuestra
sangre preciosísima, después de la áspera y cruel flagelación.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel vivo dolor que sentisteis cuando os desnudaron segunda vez, renovando las
llagas de los azotes al despegar la túnica de vuestro santísimo cuerpo con una
crueldad inhumana.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella rigurosa crueldad con que los soldados asentaron sobre vuestra
santísima cabeza una tirana corona, apretándola con fieros golpes para que
penetrasen las espinas con tan intenso dolor, que se deja a la piadosa
consideración.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella sangre preciosa que salió de vuestra divina cabeza corriendo hasta la
tierra, estando Vos con humildad profundísima sujeto a esos cruelísimos
tiranos, ofreciendo al Eterno Padre por nuestra salvación eterna tan atroz
tormento.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellos afrentosos golpes que os dieron sobre la corona de espinas con la
misma caña que os pusieron por cetro, para que penetrasen más sus puntas y
fuesen más profundas las heridas.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellos oprobios, injurias y baldones que os hicieron los soldados cuando, puestos
de rodillas, os dieron tantas bofetadas, saludándoos ignominiosamente con
aquellas irrisorias palabras: "Dios te salve, rey de los
judíos," como si fueseis rey de burlas.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella grande afrenta, cuando con sucias y hediondas salivas mancharon los
soldados insolentes vuestro divino rostro, con tanta copia, que os desfiguraron
del todo.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella virginal y angelical erubescencia que sentisteis cuando en aquella
lamentable forma, casi desnudo, os mostró Pilatos al numeroso pueblo,
diciendo: Ecce homo.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel grito diabólico del pueblo judaico cuando clamó diciendo: "Crucifícale,
crucifícale," llenando de pavor y espanto mortal a vuestro
purísimo Corazón con la sangrienta muerte a que os condenaba.
Viernes
Ofrece lo que padeció Nuestro Señor con el grave peso de la cruz, hasta
ser en ella crucificado, y dirás:
YO os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella grande fatiga de llevar la cruz, tan pesada, que os hizo una grande
llaga en el hombro, sobre las muchas que teníais en vuestro santísimo cuerpo.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellas mortales congojas que tuvisteis y os ocasionaron los soldados en el
camino del Calvario tirando cruelmente de la soga, y los desprecios que os
hicieron con las injurias, baldones y blasfemias del ingrato pueblo, y con
tantos malos tratamientos, como si fuerais el más malvado hombre del mundo que
llevaban al suplicio.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellas tres veces que caísteis con el grave peso de la cruz, como debilitado
y sin fuerzas, y asimismo ofrezco aquella grande impiedad con que os levantaron
del suelo tirando de las sogas con que os llevaban atado.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel sumo desprecio con que fuisteis sacado de la ciudad, cargado con la cruz,
atado, escarnecido y vituperado de todo el pueblo y acompañada de unos
ladrones, como el más facineroso del mundo.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella pena y dolor con que vuestra Madre Santísima os iba buscando por las
calles de Jerusalén, y habiéndoos hallado, la apartaron luego de vuestra
presencia, haciéndoos caminar aprisa al monte Calvario.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella gran flaqueza y desmayo que sentisteis, y no pudiendo por ellos cargar
el grave peso de la cruz, os dieron al Cirineo para que os la ayudase a llevar
hasta el Calvario.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel
intenso dolor que sentisteis cuando con tanta impiedad os arrancaron y quitaron
la túnica, que estaba pegada a las llagas de vuestro santísimo cuerpo, y se
renovaron todas las heridas, arrojando por todas ellas mucha copia de sangre, y
en especial de la cabeza, por haberse movido la corona de espinas.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellos mortales dolores que sentisteis en las manos y en los pies cuando os
clavaron en la cruz, y asimismo los dolores de vuestra Santísima Madre cuando
veía poner los clavos y sentía los golpes.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella oferta sacrosanta que Vos mismo hicisteis al Eterno Padre en el altar
de la santísima cruz para redimir al hombre y abrirnos las puertas del cielo.
Sábado
Ofrece lo que padeció Nuestro Señor en la cruz mientras en ella estuvo
vivo y pendiente; dirás como sigue:
YO os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella suma de todos los grandes dolores que en vuestro divino cuerpo
padecisteis desde, los pies a la cabeza, sin haber parte que no padeciese y
fuese atormentada con pena vehementísima.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellas tres horas que estuvisteis vivo, pendiente de la cruz, con aquellos
sumos dolores de las manos, pies y cabeza, por las heridas de los clavos y las
espinas.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellos terribles dolores que os ocasionaban las principales llagas de vuestro
divino cuerpo, como la del hombro, del espinazo, de las espaldas, de las
rodillas, de los ojos y de algunos huesos fuera de sus lugares.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellos dolores mortales que atormentaban vuestro piadosísimo Corazón,
singularmente viendo a vuestra Santísima Madre al pie de la cruz, al amado
discípulo y a la penitente y amorosa Magdalena.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquellas palabras injuriosas que os gritaban los judíos ingratos estando
clavado en el madero santo de la cruz.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas
fervientes lágrimas con que estando en la cruz rogabais al Eterno Padre que
perdonase a vuestros enemigos.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella sed ardentísima que os atormentaba las entrañas, cuando exclamasteis
diciendo: "Tengo sed."
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquella bebida amarga de hiel y vinagre que os dieron en una esponja,
y gustándole, llenasteis de amargura vuestra santísima boca.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
aquel doloroso clamor que disteis viéndoos desamparado del Padre, de los amigos
y discípulos amados explicando vuestro dolor con aquellas misteriosas
palabras: "¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has
desamparado?"
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, la
amorosa queja que disteis a vuestro Eterno Padre, fundada en que no os enviaba
algún consuelo y alivio para entretener más vuestra vida, para que los
tormentos y penas que padecíais no os la acabasen de quitar por el ardiente
amor y deseo que teníais de estar más tiempo padeciendo en el sagrado leño de
la cruz, en servicio de vuestro Padre y provecho de los hombres.
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel
sumo y último dolor que sentisteis al separarse vuestra alma santísima del
cuerpo, encomendando el espíritu en las manos del Eterno Padre con aquellas
palabras: "Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu,".
Yo os ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio,
todos los dolores, angustias y trabajos que padeció vuestra Madre santísima al
pie de la cruz, en su soledad, en la herida del costado y en vuestro entierro
hasta que os vio resucitado.
Oración
Para cada día después de los ofrecimientos, para ganar las santas indulgencias concedidas por cada uno de ellos.
DIOS
eterno, por tu inmensa clemencia,
En
nombre de tu Hijo Jesucristo,
y
por los méritos de su Pasión santísima,
te
suplico concedas eterno descanso a las afligidas almas
que
están detenidas en las acerbísimas penas del Purgatorio, para que cuanto antes
gocen de la bienaventuranza eterna, como lo desean.
También
te pido humildemente, Dios mío,
en
nombre del mismo Jesucristo,
Hijo
tuyo y Redentor del mundo,
que
perdones los pecados que yo
y
todos los vivientes hemos cometido;
que
a todos nos des verdadero arrepentimiento
para
enmendarnos y observar tu divina ley
con
los auxilios de gracia que necesitamos,
para
mejor servirte en esta vida
y
alabarte en la eterna gloria que esperamos
por
tu infinita misericordia.
Amén.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria Patri.
Señor,
pésanos, de haber pecado,
tened
misericordia de nuestras almas,
y
descansen en paz las del purgatorio,
auméntese,
y tenga perfecta paz, y unión
toda
la cristiandad, extírpense todas las herejías,
y
conviértanse todos los herejes
a
tu Santa Iglesia Católica Apostólica Romana,
cuyas
necesidades sean socorridas superabundantemente, todo en honra
y gloria de la Santísima Trinidad.
y gloria de la Santísima Trinidad.
Amén.
Oración
¡Oh
Dios, Criador y redentor de las almas!
concede
á las de tus siervos, y de tus siervas,
la
remisión de todos sus pecados, para que consigan,
por
las piadosas oraciones de tu Iglesia,
la
indulgencia, y el perdón que siempre necesitaran.
Por
nuestro Señor Jesucristo Amén.
EL DEVOTO DEL PURGATORIO
Gracias
ResponderEliminarGracias lo haremos en la capilla
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